Una tarde de invierno de 2007, había gente emocionada agolpada delante de una bodega en el puerto de Newark, New Jersey, a la espera de un contenedor. La mayoría de los curiosos vestían con abrigos oscuros largos, sombreros de ala ancha, guantes blancos. En el centro del grupo había un rabino y alrededor varios fotógrafos. Finalmente, se abrió la escotilla de la bodega del barco y de la oscuridad salió un hombre que llevaba una bandeja de plata sobre la cual había bolsas de tierra.
Pero no era una tierra cualquiera. Era tierra sagrada traída por Holy Land Herat, una compañía de Brooklyn dedicada a exportar tierra directamente desde Israel a los Estados Unidos.
¿Para qué?
Un puñado de tierra venida de Tierra Santa puede agregar el toque sagrado perfecto a los funerales religiosos. También se puede utilizar para bendecir plantas y árboles, casas y edificios.
Entre la multitud estaba el fundador y presidente de la compañía pionera de este negocio, Steven Friedman. Explicó que muchas religiones consideran que el suelo de Israel es sagrado y su compañía había decidido importar ese suelo divino para quien quisiera tener un trozo de la Tierra Santa en su vida.
La tierra también traía el sello del visto bueno oficial del Rabino Velvel Brevda, director del Consejo de Geula en Jerusalén.
“Nos esforzamos no sólo por cumplir con las normas de importación, sino que fue necesario asegurarnos de que nuestro producto tuviera el respaldo de líderes religiosos reconocidos”. Pero valió la pena, concluyó Friedman.
Si alguien está dispuesto a pagar cuantías grandes y pequeñas por cosas como tierra santa y agua bendita, a las cuales les atribuyen un significado religioso o espiritual, entonces no hay dudas del vínculo entre la espiritualidad y la gestión de las marcas.